Deportes

De convicciones y de sueños




En el fútbol, en la vida, el modelo de las convicciones –fieles razones que ofrecen recompensa al final del camino- es ese que no desfila en las pasarelas ni atiende asuntos al paso a fin de resolver un partido o una relación. No acomoda el discurso para caer en gracia o traicionar una idea con tal de sortear una etapa. Al fútbol se juega, definitivamente, como se vive, como se siente. Es una calle en la que cada cual lleva en su mirada ilusiones y utopías. Sueños, esos con los que todos despertamos a la mañana sin saber bien de qué manera recomponer la historieta que a las 10 es, apenas, un par de retazos y ráfagas de cine efímero. Ser, parecer. Mourinho es a la vida misma lo que un politiquero de turno es a su propaganda, escribe con la mano en libros de lírica frágil –a juzgar por los acontecimientos- lo que borra con el culo. Es el amigo que te flaquea, el músico que transa con la multinacional porque el disco under –tan bonito y con ideas- ya no vende, el escritor del que se espera una obra y publica una mierda. En el fútbol, en la vida, gana el que se planta con ideas audaces desde el convencimiento y los sueños, el que camina esa calle sin tener que bajar la mirada por vergüenza. Porque sabe, en el fondo, que ya no es uno mismo.



El juego


La diferencia entre los unos y los otros
5 de enero, 23.45. Un nene espera el regalo de los Reyes Magos. Dice que ha cortado el pasto, que ha puesto agua en la palangana, que esta vez seguramente le traerán la pelota o la bicicleta tan anhelada. Se duerme, imagina el color, el rodado, los gajos del balón. Sueña con poder, al otro día, pasear o patear con los amiguitos, esos que también se acuestan con la ilusión.
6 de enero, 8.59. El nene, ese de padres soñadores y convicciones inquebrantables, tal vez reciba una bolsa llena de bolitas –porque el dinero no alcanza para otra cosa-. Pero, siempre, su mamá o papá le dirán que ellos, los camellos, se comieron el pasto, se tomaron el agua y los Reyes prometieron, para el año que viene, dejar la bici o la pelota.
5 de enero, 21.02. Previo a la cena familiar, un nene termina de juntar el pasto, dejar el agua en la palangana, pedir al cielo por esa bici o la pelota. Sus padres, conservadores y de ligeras ideologías acomodaticias, lo llaman porque se enfría el puré. En sus manos, tienen algo envuelto en papel de regalo y sólo esbozan una frase: “ya está, listo, vamos a comer. ¿No ves boludo que los Reyes no existen, que somos nosotros? Abrilo, es un buzo con capucha ahora que viene el invierno”.




Todos los perros van al cielo


Román, vayamos con tu magia a otro lugar. Donde las redes sean de colores, donde los pastos sean buena digestión, donde mis goles –porque tengo unos cuantos con el negro en Padua- se puedan gritar como cada uno quiera. Vos con tus pases, yo con la pata, si al cabo es lo más sencillo, tal como dijo el flaco César: que sea un pase a la red.

No hay comentarios:

Publicar un comentario