jueves, 24 de junio de 2010

Homenaje a un talento



Un sol sin diez

El fútbol que soñamos, ese con el que nos despertamos a la mañana en algún barrio, en campitos alejados de alfombras y redes, el que nos enciende el corazón con un pase, con una gambeta, un caño, sombrero, firulete, tango y gol.
Tal vez las luces del estadio se apaguen, tal vez esa melancolía de saber que no pudo ser nos envuelva, tal vez Román esté ahí, del otro lado, viendo como rueda la pelota, imagine jugadas de esas que no se estudian y sólo se sienten. Se ponga los cortos, vaya al parque en su casa y tire una pared. Porque los elegidos, esos que despiertan fantasías reales nunca están lejos de este Mundial en Sudáfrica.
La convicción, que se defiende con coraje, hace que estos días no sean tan luminosos, porque a este sol africano le falta una estrella. Eso es ganar, aunque se pierda en el alma.

domingo, 20 de junio de 2010

11 de junio de 2010





Cien pasos al Soccer City

El gigante espera, el sonido desnuda sensaciones perdidas de ese chico que, necesariamente, debemos conservar en el corazón. Se siente, ese ruido de la insoportable pero sentida vuvuzela, se siente y lo escucho y me suena en la cabeza. Está en la cabeza, se estaciona, se queda, late. Trae, efímeras, imágenes de esa infancia, de mañanas y tardes interminables, de exquisitas rabonas en la escuela, de las 39 faltas para ver el Mundial del 86, del abrazo con mi viejo, del grito de “vamos Diego, vamos Diego”, siete veces por cada uno de los ingleses que pasan de largo, del 90, de ese equipo ordinario que llega hasta la final y que, otra vez, nos une en un abrazo con la gambeta de Caniggia y el gol a Brasil. De ese golpe que le pegué a la puerta de la casa ¿quién sabe por qué?, del llanto con mi hermano cuando otra vez al gordo le dio positivo en el 94, de la eliminación en la casa de Mariano, con Leo, los tres, en silencio, en soledad y con la melancolía de los que sienten. Camino, sigo a paso lento, miro a los costados, camisetas, colores, razas y religiones. Soccer City, fútbol que une. Me elevo, hasta ese mediodía del cabezazo de Ortega y de una nueva salida tempranera. Puta madre. Silencio, otra vez, banderas y camisetas y reclamos y adiós. La gente me mira acá en Johannesburgo, siento que me mira y que sabe lo que me pasa. O lo que nos pasa, Juan también tiene los ojos empañados, porque también observa esas películas de tanto potrero, del viejo y de los amigos y de lo que tenía puesto y, tal vez, del golpe a una puerta. La entrada, el control, la escalera y un corazón que parece no soportar la escena esta vez. Se inicia la carrera, esa soñada caminata en la que suenan más fuertes las voces y las almas. Mundial del 2002, en casa, solo, gol de Suecia, al laburo y gol de Suecia. Un sudafricano se viste de gala, se pinta para la ocasión, Mandela y su espíritu está en este estadio y también se emociona. 50 metros y a subir los escalones que faltan, sin aire, la mente se pone en blanco de repente. Alemania 06, Román, penales, papelitos, redacción, silencio y otra historia porque se labura. Los chicos que colaboran con la organización, que ubican a la gente en sus lugares, miran, como si esperaran este momento que no se puede transmitir de ningún modo. El campo de juego, el gigante, el estadio, los aviones que pasan, ruidos, colores, imágenes, mi viejo, gol del Diego, barrilete cósmico, Juan, gritos, danzas, FIFA, culturas, la pelota. ¿Mirá dónde estamos?