miércoles, 27 de abril de 2011

Esa estrella era mi lujo


*Jugar, a que la vida es una utopía en el campo de lo posible con una pelota que se lleva pegada al botín. Jugar, a que tan solo una mirada con luz sea capaz del encantamiento. Jugar, a que siempre el gusto esté en el hacer y no en la especulación. Jugar, a las pequeñas cosas que nos conmuevan. Jugar, a que apoyamos la cabeza en la almohada y la imaginación nos eleva a la fantasía. Jugar, a que ese olor a esencia de niñez nunca se pierda en el camino. Jugar, a que somos grandes cuando somos chicos y luego volver para ser. Jugar, a que las convicciones no sean endebles y cambien de color según un banal resultado. Jugar, a que ganar o perder no es lo que cuenta, porque el viaje a ese estado emocional es lo que importa. Jugar, al placer y a la aventura de agregarle algo al mundo. Jugar, a que las inquietudes del corazón despierten como una prioridad irrefutable. Jugar, a que si llega a poesía sea mágico…


*Inspirado en el segundo gol de Messi, el del placer por jugar.


jueves, 21 de abril de 2011

La zurda de Peter Pan





En Nunca Jamás, ahí donde las utopías son vida. Hay indios, hay hadas, piratas y sirenas. Hay un niño, y una pelota. Dicen, quienes lo ven, que no se puede despegar de ella porque es parte de un amor que va en el aire, capaz de volar cada vez que la toca. El, la pelota y su flautín, en busca de eludir responsabilidades de la madurez –aunque la edad natural no siempre responde al tópico- por miedo a dejar de ser. Juega, con la misma emoción de un chico a punto de tomar un helado. Dando pequeños saltitos, un rodeo efímero y con encanto, propio de esa imaginación donde todo es posible.

En Nunca Jamás, ahí donde un grupo de niños perdidos arman un equipo de fútbol con esa pelota. La única, la que siempre tiene el nene bajo el brazo y lleva con el pie cuando sale con la bolsa de los mandados y unas piedritas en el bolsillo. La patea, contra el cordón, porque siempre vuelve a su zurda. La cuida, porque es oro en un mundo sin copia del juguete más hermoso. La cuida de quienes le pegan para arriba por miedo a que nunca regrese, la cuida de los que la pasan con desprecio, de los que no la usan como elemento indispensable para el juego, la cuida de los que entienden que son 11 tipos detrás de una redonda y escapan, espantados, a la teoría del se juega como se vive.

En Nunca Jamás, ahí donde un capitán Garfio –como en todos los otros mundos- desea, en vano, que el nene de la pelota y el grupo de niños perdidos algún buen día dejen de volar, de soñar, de despertar emociones inagotables. Desea, en definitiva, que les crezca la barba, la panza, que se queden pelados, que todo esto sea apenas un lindo registro histórico para los que todavía guardan espacios para el romanticismo. Intenta y desea. Dice, en su ideología de origen, que nunca importa el cómo y que la resultante –como mirada inquebrantable- es lo único que vale. Entonces, va por la pelota, por ese objeto tan sencillo capaz de la integración de razas y colores. Va, con la estrategia de pizarrón y un concepto claro: sin el balón, el mundo no gira. Sin el balón, los niños dejarán de sentirse como tal.

En Nunca Jamás, ahí donde el valor de una pelota hace que el nene y el grupo de niños perdidos nunca la pierdan porque nadie se la puede quitar. No hace falta el tic tac del cocodrilo que le comió la mano a Garfio, toque corto y corazón para alejar cualquier intención de piratas. Porque la tenencia es un único plan para seguir viviendo aventuras fantásticas en partidos fantásticos. En un equipo que, en otro mundo también posible, llaman Barcelona.

Por El Negro Máximo, especial para NosDigital













lunes, 18 de abril de 2011

20 años



Un grito y una bandera

Son pájaros de la noche que oímos cantar y nunca vemos. Un grito y una bandera soplando brazas en tu corazón. Walter, el alumno del Nacional Rivadavia, el pibe de 17 años que vuela en el encanto de cada show. En el aire, ahí donde nadie es capaz. Nadie. Ondeando luzca el sol o no. 20 años, Cuba 3145, seccional 35, los hijos de puta no descansan nunca. Obras, Comisario Miguel Espósito, averiguación de antecedentes, golpes, agonía, homicidio y lágrimas. Walter, ese nudo en la garganta cada vez que suena una canción que también te conmueve. Un par de sienes ardientes que son todo el tesoro.