jueves, 21 de abril de 2011

La zurda de Peter Pan





En Nunca Jamás, ahí donde las utopías son vida. Hay indios, hay hadas, piratas y sirenas. Hay un niño, y una pelota. Dicen, quienes lo ven, que no se puede despegar de ella porque es parte de un amor que va en el aire, capaz de volar cada vez que la toca. El, la pelota y su flautín, en busca de eludir responsabilidades de la madurez –aunque la edad natural no siempre responde al tópico- por miedo a dejar de ser. Juega, con la misma emoción de un chico a punto de tomar un helado. Dando pequeños saltitos, un rodeo efímero y con encanto, propio de esa imaginación donde todo es posible.

En Nunca Jamás, ahí donde un grupo de niños perdidos arman un equipo de fútbol con esa pelota. La única, la que siempre tiene el nene bajo el brazo y lleva con el pie cuando sale con la bolsa de los mandados y unas piedritas en el bolsillo. La patea, contra el cordón, porque siempre vuelve a su zurda. La cuida, porque es oro en un mundo sin copia del juguete más hermoso. La cuida de quienes le pegan para arriba por miedo a que nunca regrese, la cuida de los que la pasan con desprecio, de los que no la usan como elemento indispensable para el juego, la cuida de los que entienden que son 11 tipos detrás de una redonda y escapan, espantados, a la teoría del se juega como se vive.

En Nunca Jamás, ahí donde un capitán Garfio –como en todos los otros mundos- desea, en vano, que el nene de la pelota y el grupo de niños perdidos algún buen día dejen de volar, de soñar, de despertar emociones inagotables. Desea, en definitiva, que les crezca la barba, la panza, que se queden pelados, que todo esto sea apenas un lindo registro histórico para los que todavía guardan espacios para el romanticismo. Intenta y desea. Dice, en su ideología de origen, que nunca importa el cómo y que la resultante –como mirada inquebrantable- es lo único que vale. Entonces, va por la pelota, por ese objeto tan sencillo capaz de la integración de razas y colores. Va, con la estrategia de pizarrón y un concepto claro: sin el balón, el mundo no gira. Sin el balón, los niños dejarán de sentirse como tal.

En Nunca Jamás, ahí donde el valor de una pelota hace que el nene y el grupo de niños perdidos nunca la pierdan porque nadie se la puede quitar. No hace falta el tic tac del cocodrilo que le comió la mano a Garfio, toque corto y corazón para alejar cualquier intención de piratas. Porque la tenencia es un único plan para seguir viviendo aventuras fantásticas en partidos fantásticos. En un equipo que, en otro mundo también posible, llaman Barcelona.

Por El Negro Máximo, especial para NosDigital













No hay comentarios:

Publicar un comentario