lunes, 3 de enero de 2011

El juego




La diferencia entre los unos y los otros

5 de enero, 23.45. Un nene espera el regalo de los Reyes Magos. Dice que ha cortado el pasto, que ha puesto agua en la palangana, que esta vez seguramente le traerán la pelota o la bicicleta tan anhelada. Se duerme, imagina el color, el rodado, los gajos del balón. Sueña con poder, al otro día, pasear o patear con los amiguitos, esos que también se acuestan con la ilusión.

6 de enero, 8.59. El nene, ese de padres soñadores y convicciones inquebrantables, tal vez reciba una bolsa llena de bolitas –porque el dinero no alcanza para otra cosa-. Pero, siempre, su mamá o papá le dirán que ellos, los camellos, se comieron el pasto, se tomaron el agua y los Reyes prometieron, para el año que viene, dejar la bici o la pelota.

5 de enero, 21.02. Previo a la cena familiar, un nene termina de juntar el pasto, dejar el agua en la palangana, pedir al cielo por esa bici o la pelota. Sus padres, conservadores y de ligeras ideologías acomodaticias, lo llaman porque se enfría el puré. En sus manos, tienen algo envuelto en papel de regalo y sólo esbozan una frase: “ya está, listo, vamos a comer. ¿No ves boludo que los Reyes no existen, que somos nosotros? Abrilo, es un buzo con capucha ahora que viene el invierno”.


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